miércoles, 19 de marzo de 2008

ESPEJO


El vapor, que se eleva desde el agua caliente de la tina hasta el techo del baño, empaña la ventana, el espejo y humedece todos los rincones de la habitación.

Mi imagen en el espejo se vuelve cada vez más difusa… se pierde… ya no se distingue claramente quién es el que se refleja… podría ser cualquier ser humano… o simplemente un fantasma.

Ya no siento mis pies fríos y por fin he dejado de temblar. Bebo un sorbo de vino, directo desde la botella. Lo hago tan violentamente que el líquido rebalsa mi boca y se escurre por mi mentón, cuello y finalmente empapa mi pecho.

Bajo la cabeza y sigo con la mirada el recorrido púrpura del vino. Contemplo desde el cuello hacia abajo mi desnudez, como tratando de encontrar algo que me aferre a la vida. Nada, ni una cicatriz, ni un tatuaje ni nada, mi cuerpo ha vivido lo mismo que mi alma… nada. Nada significa, nada me recuerda algo, nada me hace reír, nada me conmueve, nada me anima, nada me excita, nada me provoca algo, nada me calienta, nada me hace sentir un hombre de verdad, nada de nada.

Quizás las cosas hubiesen sido distintas si es que en vez de haberme convertido en un espécimen frío y calculador, hubiese seguido el camino contrario, es decir, el camino tormentoso de los sentires.

Siempre le temí al dolor y al sufrimiento, por eso me alejé de todos los afectos y de todo lo que en realidad me importaba.

Hoy, solo, en un país extraño, que no es el que me vio nacer, tengo el respeto y la admiración de muchos, pero el cariño de pocos. Sin duda estas palabras me delatan y me desenmascaran, pues sí, en realidad mis temores nunca me han abandonado y precisamente hoy es cuando más me atormentan.

Cincuenta años, guapo, mujeriego, exitoso empresario, con mucho dinero y poder. Sin embargo, hoy el médico me ha dicho que tengo cáncer y que tendrá que operarme para detener su avance.

El todopoderoso por fin enfrenta a la muerte de verdad… su propia muerte.

Pero, la venceré, pues no será ella quien me lleve, sino que yo mismo me iré con ella.

Introduzco un pie en la tina, el agua está hirviendo, pero aguanto el dolor. Introduzco el otro y luego me siento dentro de la bañera.

Poco a poco comienzo a acostumbrarme a la temperatura, sin embargo, comienzo nuevamente a temblar.

Recuesto mi cabeza en la blanca loza y comenzó a pensar en mis padres, en mi primer amor, en las peleas que tuve en el colegio, en la casa de mi abuela, en mis muertos y en los que asesiné.

Hoy traté de ponerme en contacto con todos… pero ninguno respondió a mis llamados.

Ya no hay nada más que hacer aquí… tomo la navaja que heredé de mi padre y desnudo el filo que penetrará mis venas.

En corte en mi muñeca izquierda lo hago lentamente, disfrutándolo. Al principio duele, pero después de unos segundos sólo se siente la presión de la cuchilla.

La sangre brota furiosa y púrpura. Hundo mi muñeca en el agua y el espectáculo es maravilloso, los fluidos se mezclan y funden en un color rojo intenso.

Después de unos segundos saco el brazo del agua y corto, esta vez de forma rápida y errática mi muñeca derecha. Luego vuelvo a recostarme en la tina hundiendo ambos brazos en el agua convertida en una especie de gran copa de vino tinto.

Cierro los ojos y sumerjo mis oídos. Por primera vez en mi vida tomo conciencia del latir de mi corazón. Es fuerte y trata de aferrarse a la vida, sin embargo, comienzo a sentirme algo mareado… pronto acabará todo.

De pronto recuerdo algo, la imagen viene con violencia hacia mi mente, es la imagen de… no lo sé… es algo borrosa.

En cosa de segundos me pongo de pie, salgo de la tina y camino hacia el espejo. Ya no está empañado y en él logro distinguir perfectamente la imagen que se refleja en él… es mi verdadero yo… al que acabo de asesinar… tal vez este fue mi último error. Por primera y última vez me contemplo tal como soy.

Caigo al suelo… muero.


Foto: RossinaBossioB