martes, 4 de marzo de 2008

MACHAS Y MOJITOS




No tenía ganas de venir, aún no he dicho ni una sola palabra. Me traen un mojito, está helado, la hierba buena nada en el fondo del vaso y comienza a hacerse agua mi boca.


La bombilla lo hace todo más lento, ya voy en la mitad del vaso y las sonrisas comienzan a aparecer lentamente.

Río, converso, vuelvo a reir, me relajo en la silla, respiro profundo y de pronto, sin darme cuenta ya estoy terminando el segundo mojito. Siento deseos de orinar, me pongo de pié, camino, pregunto por el baño de hombres y una vez en él me deshago de los dos vasos de refrescante ron que acabo de ingerir.

Vuelvo a la mesa y en ella me espera un plato de machas a la parmesana con tres tipos diferentes de queso... justo lo que necesitaba, ya que comenzaba a sentir un pequeño vacío en el estómago a causa del alcohol y de las risas.

Deliciosas, soberbias, pero me dejan un gusto salado en la boca... no lo resisto, necesito otro mojito, mi tercero... lo disfruto con más ganas que con los otros dos, pues sé que será el último.

Me pongo de pie, estoy algo mareado, tal vez sea por el aire marino que entra por la puerta de la terraza del lugar. Me despido de todos, salgo a la calle y me subo a mi auto. Todo me da vueltas.

Cierro los ojos por un instante y, al abrirlos nuevamente, ya es de día, contemplo el amanecer frente al mar... la sensación de libertad es impagable... sin embargo, vuelvo a ser quien era hasta antes de las machas y los mojitos, el de sonrisa difícil y rostro más bien serio... hasta pronto, será hasta mis próximos mojitos.