Laurent: Hoy pude recordar algo más del día del asesinato… no es ni el lugar ni la hora, ni mucho menos las caras de los que participaron en esa carnicería humana. Lo único que recordé fue el sabor de su sudor. Sabor que iba variando en la medida en que mis labios recorrían partes diferentes de su cuerpo aún con vida. Es increíble cómo grabé en mi memoria cada detalle de ese sudor… dulce alrededor del cuello y agrio en su entrepierna, tibio entre sus senos y frío, congelando mi boca, en la planta de su pié; esto es increíble porque ni siquiera puedo reconocer la imagen que veo frente a mí cuando me paro delante de un espejo... ¡raro!... Lo único que sé es que estoy encerrado en un cuarto de 2 por
Estoy delante de su cuerpo sin vida, está acostado en una camilla de metal. Nunca pensé que reconocer un cadáver fuera tan tremendo. Está semi tapado con una sábana verde, está amoratada, veo en su ojo derecho una gran hemorragia causada seguramente por un golpe o por el estrangulamiento que sufrió. Bajo un poco más la sábana, que aún tapaba sus pechos, y caigo de rodillas al suelo al ver su abdomen abierto de un extremo a otro. No sé qué me impactó más, si la imagen ensangrentada, el hedor que emanaba del gran agujero, o tomar conciencia de que ella no estaría más a mi lado... Luego de unos minutos, vuelvo a contemplarla, mi mirada no se despega de sus exquisitos senos... es entonces cuando comienzo a recordar nuevamente... veo su cuerpo moviéndose, agitado, no logro distinguir su cara con nitidez, pero sí el sabor de su cuerpo... Cierro los ojos por un instante y cuando los abro estoy nuevamente en la morgue con mis dos manos estrujando su pecho derecho y lamiendo su pezón en forma desenfrenada, con la esperanza de que se erecte, de que reaccione a mi lengua, que me demuestre que está vivo, como ella. Por supuesto, la erección nunca se produjo. En ese mismo instante vuelvo a caer al suelo impulsado por el vómito que salió de mi boca. Grito con desesperación una y mil veces y nadie me responde no puedo seguir contemplando a este cuerpo mutilado por más tiempo, entonces, me desmayo.
Monólogo extraido de la obra "Falso sueño", autor Dey (Luis Aylwin)