lunes, 25 de febrero de 2008

A MIS SUICIDAS QUERIDOS


ESCENA 7:

El escenario está en penumbras. Apenas se logra distinguir a los personajes. Se aprecia la figura de la embarazada que tiene en su regazo a alguien. Se escucha la voz de la niña. Da la impresión de que ella estuviera en el regazo de la embarazada.

Niña: ¿escuchas?

Embarazada: ¿qué cosa mi niña?

Niña: eso

Embarazada: no oigo nada

Niña: esas voces

Embarazada: ¿escuchas voces?

Niña:

Puta vieja: y ¿qué te dicen?

Niña: que despierte

Suicida: yo también he escuchado voces

La luz aumenta y se logran ver los personajes. Se aprecia al empresario en las piernas de la embarazada (no a la niña).

Empresario: y a ti ¿qué te dicen?

Suicida: me preguntan por qué

Empresario: ¿por qué qué?

Suicida: por qué lo hice

Empresario: no te hagas el interesante ¿qué hiciste?

Suicida: no es eso, me da vergüenza decirlo

Puta vieja: engañaste, robaste, violaste, golpeaste, mataste, ¿cuál de todas?

Suicida: traté de matarme, pero claramente no me resultó, algo salió mal y ahora estoy aquí.

Empresario: tienes mala suerte

Suicida: sí.

Puta vieja: ¿por qué lo hiciste?

Suicida: por cansancio. La vida sólo me daba complicaciones. Creo que es un problema de familia

Embarazada: ¿cuál?

Suicida: el suicidio.

Puta vieja: ¿no eres el único de tu familia?

Suicida: mi abuela se lanzó a las ruedas de un tren en movimiento, mi padre se ahorcó, mi primo se tiró desde un doceavo piso y mi hermana se inyectó aire en las venas. Todos ellos murieron a los treinta y cinco años. Mi familia está acostumbrada a los ataúdes cerrados y a no tener misas de despedida. Dejé una carta pidiendo a mi familia que omitiera cualquier tipo de rito religioso. Quise evitarles la vergüenza de tener que estar frente al cajón de un suicida. Es algo terrible. Siempre me avergonzó. Todo el mundo preguntándote por qué lo hizo, cómo fue, cómo lo encontraron, quién lo encontró y toda esa tontería, justo lo que me están preguntando ustedes ahora

Empresario: sí, pero esta vez se trata de ti, de tu vida o tu muerte, no sé cual de las dos. Te estamos preguntando a ti directamente

Suicida: lo sé, lo sé. Ahora que lo pienso, no los culpo, la muerte saca a relucir lo morbosos que somos. La gente piensa: “Ojala que el muerto esté bien desecho, como carne molida, para que el velorio sea más entretenido” o “que esté abierto el ataúd para poder verlo”, pero ¿para qué?

Puta vieja: para sentirse más vivos tal vez

Suicida: no, para saciar el hambre que tenemos de volver a lo primitivo, a nuestra esencia, a esto. Los ataúdes sólo deberían ser abiertos por tus seres queridos, no familiares, seres queridos. Ellos no se van a reír de ti, su dolor es real, libre de todo manoseo morboso

Empresario: ¿cómo saber quiénes son tus seres queridos?

Suicida: eso uno lo sabe

Puta vieja: pero, los que quedan en la tierra, te velan y te entierran siguen viviendo y no lo saben

Suicida: entonces, el ataúd debería permanecer cerrado. Además, muertos dejamos de ser lo que somos.

Puta vieja: ¿cómo puedes decir eso después de lo que has visto aquí? Tú sigues siendo tú, así como yo sigo siendo yo.

Empresario: él tiene razón, porque no estamos muertos, sólo dormidos

Puta vieja: es cierto, se me olvidaba

Suicida: me refiero a que dejamos de tener poder sobre los que quedan vivos. Que importante es nuestro cuerpo. Sin él no somos nada

Embarazada: y el recuerdo que dejamos en los vivos ¿no influye en ellos?

Suicida: por favor… ¿crees que después de tu entierro tu imagen como recuerdo influirá en los demás? Yo no lo creo.

Empresario: estoy de acuerdo contigo. Para dominar a los demás y a tu entorno, debes estar ahí, presente

Suicida: Sí. Tienes que estar ahí, tu cuerpo tiene que estar, no tu recuerdo.

Embarazada: no sé

Suicida: cuando uno muere es degradado a lo más bajo. La gente transforma la muerte en un show. Se supone que es un momento de reflexión sobre nuestras propias vidas, pero en vez de eso se vuelve una ceremonia indigna. Todo lo adornan con pésimo gusto. Te ponen flores, coronas, prenden velas, luces, las personas se disfrazan de negro para la ocasión e interpretan pésimamente el papel de amigos tristes. Todo es parte del show. Yo no quiero eso para mí, siempre fui alguien recatado y pudoroso, no tengo por qué ser la estrella principal de un circo fúnebre. Claro que no

Puta vieja: creo que exageras

Empresario: aún no nos dices el por qué

Suicida: tú lo dijiste, tengo mala suerte. Me descubrieron con mi amante

Empresario: a todos nos ha pasado, pero esa no es razón para llegar al suicidio

Suicida: (a la embarazada) tápale los oídos a la niña.

Empresario: no, ella también debe ser testigo de esto

Suicida: está bien, como quieras. Salí con ella una noche, le dije a mi mujer que estaba en una reunión de trabajo. La llevé a tomarnos unos tragos. Íbamos a los lugares que sabíamos ninguno de nuestros amigos frecuentaba, para evitar ser descubiertos. Tomamos más de la cuenta. Después nos fuimos a un motel a las afueras de la ciudad. Ese era nuestro lugar, el único que nos pertenecía sólo a los dos. Allí no había familia, ni esposa, ni hijos. El qué dirán no tenía cabida en esa habitación. Sólo su cuerpo y el mío frotándose sin cesar. Ella despertaba en mí todo lo que mi mujer había ido matando en ella misma durante años de aburrido matrimonio. Era tan poco el tiempo que podíamos estar juntos que nuestras relaciones sexuales llegaron a ser incluso violentas, desesperadas

Puta vieja: ¿sadomasoquismo?

Suicida: no. Era algo menos sofisticado, más bien animalesco. Esa noche ella estaba encima de mí. Se movía como una Diosa. Tenía sus manos sobre mi pecho. Yo las mías en su cintura. De pronto ella comenzó a moverse con mayor rapidez. Mis manos fueron subiendo, recorriendo su cuerpo hasta su cuello, su largo y hermoso cuello. Ninguno de los dos emitía sonido alguno. Era sexo contenido. Cerré los ojos y de pronto eyaculé dentro de ella, tuve el mejor orgasmo de toda mi vida. Ella cayó violentamente sobre mi pecho y permaneció allí sin moverse. Me quedé dormido con ella encima de mí. A la media hora me desperté con el sonido del citófono. Era la encargada avisándonos que el tiempo se había acabado. Traté de despertarla, pero no pude. La quité de mi pecho y la dejé a mi lado. Hice de todo para que reaccionara, pero estaba muerta. Yo la maté, la estrangulé. Tenía las marcas de mis manos amoratando su blanco cuello. No me di cuenta cómo pasó.

Puta vieja: ¿te suicidaste en el motel?

Suicida: no, salí del lugar lo más rápido que pude. Me subí al auto sin ser visto y manejé con las luces apagadas. Llegué a mi casa en unos quince minutos. Me quité la ropa y me acosté al lado de mi mujer. La abracé fuertemente. Recién en ese momento me di cuenta del error que había cometido. Había dejado mi billetera sobre la mesa de la pieza del motel. También me di cuenta de que a quien amaba era a mi esposa, que mi amante era sólo parte de mis debilidades como hombre. No podría mirar a mi mujer a la cara si se enteraba de lo que hice. Preferí evitar esa mirada. Me levanté de la cama, me puse mi mejor traje y me dirigí hacia el estudio. Sabía que en cualquier minuto la policía llamaría a la puerta de la casa preguntando por mí. Ella sabría del engaño. Seguramente me dejaría y yo me pudriría en la cárcel. Mis hijos me detestarían. Así que escribí una carta de despedida pidiendo perdón por todo lo que había hecho y pidiendo un funeral a puertas cerradas. Terminé la carta diciéndole a mi mujer que no hiciera caso a lo que la gente le dijera de mí. Lo último que le escribí fue “te amo”. Después, abrí el cajón del escritorio y saqué de él mi pistola. La tuve un rato entre mis manos, no me atrevía a usarla en mi contra. De pronto, sonó el timbre… eran ellos, me buscaban. Empuñé el arma, me armé de valor y me disparé en la sien derecha. No quise hacerlo

Puta vieja: traicionado por tu cuerpo, por la carne que tanto defiendes

Empresario: ¿cuántos años tienes?

Suicida: treinta y cinco.



Extracto de la obra de teatro "Gunshot", autor Dey (Luis Aylwin)

Dibujo: Amanda Aylwin